2.7.09

Poder Anómico Mundial


Ya hace mucho tiempo que nos insisten en que “el mundo ha cambiado”, que hay un cambio de época y de mentalidad, típica charlatanería “new age” adoradora de tecnologías de asombro que dejan a los hombres “light” como vacas mirando el tren. Y ciertamente hay un cambio muy grande, pero muy distinto del que las interesadas “autoridades” y “expertos” mundiales nos señalan.

Uno de ellos se puso a escribir sus disquisiciones sobre el “Fin de la historia y el último hombre”, dando por muerta a la especie humana o a sus posibilidades de cambiar su destino histórico, como apología de la nueva esclavitud. Habiendo llegado a la absolutización de la técnica actual como el “non plus ultra” de la historia, nos dio por finiquitados entonando en sus himnos loas a una antigüedad llamada capitalismo, con individualismo y “new age” incluidos.

Pero en realidad, según nos dispongamos y hagamos, la oportunidad de tomar el mando de nuestra historia esta “a la mano” y es difícil imaginar momentos tan oportunos como el presente para definir y realizar nuestro destino nuevamente.

La eclosión del sistema financiero se ha producido después del desarrollo de años de un gran cambio en el sistema tecnológico, que incide sobre todo el universo material de la civilización y refluye sobre las condiciones de vida de pueblos y personas, no como lo pretenden sus apologistas acríticos y serviles, sino presionando las estructuras sociales, políticas y culturales de la humanidad, ya en crisis por razones que veremos ahora.

El cambio tecnológico se podría expresar, en aras de la síntesis necesaria, como el tránsito de una tecnología que generó la “era mecánica” basada en el calor ó energía térmica, a una tecnología que podríamos llamar “fría”, basada en el bajo consumo energético. La tendencia a la anulación del movimiento en el medio humano ó mesouniverso - que es producido y genera a su vez calor -, y su reemplazo mediante técnicas similares a las hídricas por la automoción de un fluido (electricidad, flujo condicionado y bajo perfil, etc.) que en el microuniverso requiere más bien bajísimas temperaturas y bajo perfil de energía. Se minimiza así el trabajo mecánico en el medio humano, aumentándolo en el microuniverso, donde solamente las máquinas, los robots, pueden operar con la precisión requerida.

El cambio requirió un desplazamiento de los ejes de “densidad de inversión o de capital” hacia las nuevas tecnologías, desde las anteriores que eran de menor “densidad de inversión” tanto como, inversamente, disminuyó la “densidad de trabajo humano” aumentando así la desocupación y la crisis.

La búsqueda desaforada de mercados y de inversiones para una producción geométricamente creciente – en ciertos rubros donde primero se aplicaron las nuevas técnicas -, incrementó la voracidad y la intervención de la usura tanto en la producción que emplea las nuevas tecnologías, como en la producción de nuevos desarrollos favorecedores de sus intereses. Menos trabajo humano, menos consumo energético en una situación energética crítica, mayor densidad de capital, mayor control político, más concentración de las decisiones que les importan, etc., en un desenfreno que ha precipitado la crisis de agotamiento del capitalismo como sistema.

El componente inerte de la producción, el capital - que es producido por la acumulación del elemento dinámico originario y originante, el trabajo humano -, multiplicado por la máquina, entró en una grave situación terminal que ha concluido por invertir esas funciones forzando al capital como elemento dinámico y convirtiendo en estático al trabajo del hombre, crecientemente propagandizado como innecesario o inútil por privilegiar una industria progresivamente robotizada.

Claro que esto ocurre solamente en ciertos lugares del planeta donde esta alta especialización técnica va de la mano con la masa de trabajadores de los cuales se requiere o la mera fuerza física o una ligera especialización en vigilancia o en artesanados de armado de baratijas tecnológicas, que malviven rodeando la insolente opulencia de unos pocos.

En tanto los Estados que llegaron a estar fundados sobre la evidentemente insegura base del capital industrial productivo ahora en crisis, se encuentran agotados también tanto de respuestas a la situación como de hombres capaces de enfrentarla. La corrupción que les fuera útil para la instalación de esta operatoria, dejó a los gobiernos en manos de los peores y menos aptos, esperando las soluciones de sus amos, quienes les impusieron por respuesta la condena a desaparecer y “la globalización”, que pende sobre todas las naciones del mundo periférico de las potencias centrales “post-modernizadas”.

La crisis energética que alimentó este proceso, provocada por una mezcla explosiva en una zona explosiva y de alta densidad geoestratégica, tiene un relativo fundamento real en la contaminación de mares y costas, la lluvia ácida, etc.; argumentos especialmente aptos para cubrir el tránsito a la nueva tecnología de bajo consumo de energía térmica. En realidad, operan intereses inconfesables de todas las partes en conflicto, aún en el apoderamiento de dicho tránsito, ocasión propicia para la implantación del poder anómico mundial y ensayar la nueva esclavitud de personas, pueblos y naciones.

De tal modo que estos cambios no redundaron en beneficio más que de la corporación usurera mundialista, con pequeños grupos de beneficiarios subrogados en cada centro de decisión y enormes masas en creciente paro y desesperación. La crisis financiera, social y política, que es económica y técnica también, ha devenido en revelar su trasfondo claramente contracultural – ideologías, pseudo-religiones, propaganda arteramente conducida, monopolio y empleo viciado de medios de comunicación, endiosamiento del mercado, etc.- que subyacía en la modernidad desde el principio. Su rostro, es el verdadero rostro del humanismo racionalista, del iluminismo, del barroco y sus románticos soñadores. Es que la post-modernidad sólo consiste en esta final develación.

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