3.7.09

Maltusianismo y Soberanía Nacional


Por Michel Schooyans


Denuncia y estudio crítico de las tesis maltusianas, organicistas y "ecologistas" manejadas desde la ideología de "la seguridad demográfica" impuestas desde los organismos internacionales como la ONU.

Maltusianismo

El éxito de las tesis maltusianas se debe primero a su aparente simplicidad y a su carácter perentorio. Desde 1798, el célebre pastor anglicano nos advierte que el crecimiento de la producción alimenticia se lleva a cabo según una progresión aritmética, mientras el crecimiento de la población obedece a una progresión geométrica. Los pobres deben retrasar la edad para casarse. Las leyes sociales perturban el juego de las leyes de la naturaleza, que quiere seleccionar a los más aptos y eliminar al resto. Desde 1803, Malthus precisará que no todos tienen reservado un lugar en el banquete de la naturaleza; la naturaleza notifica a los inútiles que tienen que irse, y no tarda en ejecutar su propia orden (1).

A pesar de haber sido repetidamente criticadas y desmentidas por los hechos, las tesis del pastor anglicano siguen siendo retomadas con implacable constancia. Las encontramos ya sea en su formulación original, ya sea puestas de relieve sobre algún punto en particular o bien, por el contrario, maquilladas. En el presente trabajo, seguiremos estas metamorfosis hasta nuestros dias (2).

Organicismo

Desde el siglo XIX, estas tesis son reforzadas con el aporte del organicismo, divulgado en particular por Herbert Spencer (1820-1903): la sociedad humana es un cuerpo cuyos miembros son muy diferentes en función de su utilidad, su valor o su dignidad. Es inadmisible que los menos dotados perjudiquen a toda la especie. Es pues preciso que ayudemos a la naturaleza a efectuar su selección. Galton (1822-1911) precisará incluso que esta selección debe ser artificial. Los médicos tendrán un papel preponderante en este programa de eugenismo (3). Según John Stuart Mill (1806-1872), análogas diferencias se encuentran entre las sociedades; entre éstas hay una jerarquía determinada, y las menos dotadas deben aceptar su subordinación a las más "civilizadas". En relación con esto, háblase a veces de darwinismo social.

Neomaltusianismo

El neomaltusianismo se afianza poco después, y es representado por Margaret Sanger (1883-1966). Esta corriente emprende la mezcla de las tesis maltusianas sobre la población con una doctrina moral individualista, hedonista y utilitarista. Esta moral del placer individual disocia el comportamiento sexual de la procreación. En la unión sexual el placer es el bien; el niño, es el riesgo. El otro es interesante en la medida que me aporta placer y/o provecho. De ahí se deriva el rechazo al matrimonio, el elogio del amor libre, del eugenismo, etc.

Ecologismo

Según Malthus, la superficie terrestre limita inexorablemente la producción alimenticia, y los límites de ésta determinan sin piedad el número de hombres que el mundo puede contener. Este tema de la tierra va a conducir a la temática contemporánea de la ecología. Tema este que tiene raíces históricas notables, centradas sobre la expansión, incluso la agresión, del imperialismo británico, que se traduce en políticas de conquistas territoriales y de explotación de recursos naturales.

Por su parte, los Estados Unidos no esperan el fin de la Guerra de Secesión para poner en práctica la doctrina mesiánica del Destino manifiesto. La anexión de Florida, Texas, California, las guerras de Cuba y Filipinas, la separación de Panamá y Colombia, etc. permiten comprender la importancia de las "zonas de influencia", de las "fronteras" movibles, "cotos de caza reservados" - y de lo que los geopolíticos alemanes pronto llamarán el "espacio vital".

La vulgata maltusiana se presenta pues como un tronco cuya sabia nutre tres tipos principales de ramificaciones: el organicismo, el neomaltusianismo, el ecologismo. En total, tenemos pues, cuatro componentes cuyas interconexiones aparecen ya desde el siglo XIX.

Metamorfosis de los cuatro componentes

Veremos ahora como estos componentes se encuentran en ciertos discursos que la ONU o sus agencias consagran a la población. Nos referimos aquí, de manera especial al Fondo de Población de las Naciones Unidas, FNUAP, al Banco Mundial, a la Organización Mundial de la Salud, OMS ; al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD ; al Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO ; e incluso a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO (4). Vamos a mostrar bajo qué formulaciones son retomados y explicitados hoy día los cuatro componentes que hemos identificado (5) .

Vuelta al maltusianismo

¿Cómo aparece la vulgata maltusiana original en los discursos de estas instituciones internacionales y en las conferencias organizadas por ellas? El crecimiento poblacional - se dice - es exponencial. La producción alimenticia no funciona igual. La tierra no puede alimentar a todos. Los pobres del Tercer Mundo tienen demasiados hijos y son responsables de su propia miseria. El crecimiento poblacional es causa de la pobreza y del desempleo; y es un obstáculo para el desarrollo. Además, la concentración de pobres en las ciudades es causa de delincuencia y de criminalidad : ciertas declaraciones de la Conferencia de Estambul sobre el hábitat (1996) lo subrayaron (6).

Con afirmaciones como estas: "Sin control de la población no hay desarrollo posible", a partir de la IIa Conferencia Internacional sobre la Población (Belgrado, 1965), la planificación de los nacimientos es presentada como una forma de ayuda para el desarrollo. En sus decisiones sobre procreación, las parejas deben tomar en cuenta el contexto social. Poco después se dirá que es preciso "monitorear", es decir controlar y limitar el crecimiento de la población. Este era el objetivo de la Conferencia del Cairo sobre Población y Desarrollo (1994).

Desde entonces, se pide a los Estados un reporte de lo que han hecho para aplicar el "plan de acción" decretado "por consenso" en el Cairo. Anteriormente, la Conferencia de Río (1992) había alimentado la idea que la capacidad portadora de la tierra se había alcanzado o incluso rebasado. En su definición original, el desarrollo "sustentable" requeriría de un control de las poblaciones. Si este control no se realizaba, la bomba "P" (población) no tardaría en explotar.

Vuelta al organicismo

En 1946, Julian Huxley fue puesto a la cabeza de la UNESCO. Era conocido por ser partidario de la esterilización de los débiles mentales y de aquellos con quienes la sociedad no sabía que hacer. Una variante de este eugenismo se encuentra en Frederick Osborne quien, en 1952, llega a ser primer presidente del influyente Population Council. Esta institución privada merece ser mencionada aquí por la influencia que el grupo Rockefeller ejerce a través de ella, y hasta nuestros días, en los programas demográficos de la ONU y de sus agencias.

Recordemos que Galton prefería la selección artificial en lugar de la selección natural de Malthus, introduciendo pues un elemento voluntarista, es decir intervencionista. Son los pobres quienes fracasan y los ricos los que triunfan. Los primeros fracasan y con ello prueban que son inferiores; los segundos triunfan y prueban con ello que son superiores. Por el bien de la humanidad, hay que impedir a los pobres la procreación y fomentarla entre los superiores.

Ahora bien, desde la Conferencia de Bucarest (1974) aparece la dimensión voluntarista del control demográfico que, especialmente entre los pobres, requiere de una acción sistemática. La IVa Conferencia (México, 1984) menciona la necesidad de un plan de acción, cuya mejor formulación es obra de la Conferencia del Cairo (1994). En la actualidad son múltiples las reuniones que se dedican ampliamente a comprobar la aplicación de este plan de acción.

Frecuentemente, la estrecha asociación entre eugenismo y selección artificial es puesta en obra para "justificar" e incluso patrocinar algunas secciones de los programas de la ONU cuyo objetivo es contener las poblaciones del mundo, según criterios que discriminan a los pobres. Ted Turner, patrón de la CNN, o Bill Gates, Mister Microsoft, distribuyen donativos faraónicos en la ONU, y en particular en el FNUAP, destinados a reducir los nacimientos entre los pobres en vez de crear prioritariamente escuelas que, llegado el momento, harían explotar sus propios mercados...

Vuelta al neomaltusianismo :
los
“nuevos derechos humanos”

Los primeros neomaltusianos alimentaron el argumentario individualista, libertario y feminista. El neomaltusianismo actual insiste, por su parte también, en el derecho al placer individual y en la emancipación de las mujeres. Sin embargo, sobretodo a partir del reporte del FNUAP de 1994, la educación y la emancipación de las mujeres son previstas como un poderoso medio para hacer bajar el crecimiento de la población.

Es por eso que la educación de las mujeres debe incluir una sección importante relacionada con la educación sexual y la "salud reproductiva" que forma parte de los "nuevos derechos" proclamados : derecho a la anticoncepción, al aborto, a la esterilización, a la homosexualidad, a la eutanasia. Estos "nuevos derechos" deberían poder responder a "necesidades insatisfechas". En la Conferencia de Copenhague (1995), bajo la presión de lobbies o cabildeos homosexuales, estos nuevos derechos han sido llamados a cubrir "comportamientos fuera de las normas".

Tanto en Pekín (1995) como en Estambul (1996), la familia es presentada como el lugar prototípico de la lucha de clases; en ella, la mujer es oprimida por el hombre quién, imponiéndole el "fardo" de la maternidad, le impide realizarse al tiempo que aporta su contribución a la producción. La liberación de la mujer pasa pues por la destrucción de la familia. Tema clásico del neomaltusianismo, la destrucción de la familia aparece a partir de ese momento bajo la rúbrica de los "nuevos modelos" de familia : al lado de la familia monogámica y heterosexual tradicional, aparecen las así llamadas "familias" monoparental, homosexual, recompuesta, etc.

Durante la Conferencia de Pekín (1995), todos estos temas fueron agrupados bajo la etiqueta del "gender" (género): la diferencia de roles atribuidos al hombre y a la mujer en la sociedad no tienen ningún fundamento natural; estas diferencias son producto de la cultura y, como tales, pueden y deben ser abolidas. Estamos en plena “revolución cultural”.

Vuelta al ecologismo

Malthus temía la disparidad entre, por un lado, las tierras cultivables y los recursos alimenticios y, por otro lado, el número de bocas por alimentar. A pesar de estudios científicos que desmienten la vulgata maltusiana, la extensión de esta tesis del pastor anglicano viene generalizada y aplicada a las relaciones entre la Tierra y el hombre. En la ampliación de la disparidad expresada por Malthus, se observan diferentes etapas.

Para empezar, henos aquí a bordo del Radeau de la Méduse, del pintor Géricault, o sobre los botes salvavidas del Titanic. La nave Tierra incluye alrededor de seis mil millones de pasajeros y estaría sucumbiendo. Ahora bien, las lanchas de salvamento solo pueden recibir a la tercera o cuarta parte de los pasajeros. Es preciso entonces sin ninguna piedad cortar las manos de quienes quieren subir a las lanchas; de no ser así todos perecerán. Coustaud, versado en demografía pelágica, recomendaba entonces que se redujese la Población mundial al cuarto de su nivel actual.

Siempre de conformidad con la tradición maltusiana, los pobres son el blanco que se debe perseguir de manera prioritaria. Su crecimiento demográfico sería la causa de la degradación del medio ambiente: deforestación, desperdicio de recursos, sobrecalentamiento, deterioro de la capa de ozono, etc. El hombre sería el más grande "predador".

La Conferencia de Rió (1992) fue consagrada enteramente a estos temas. Maurice King recomienda la organización de "reservas"" confinadas en "parques" protegidos por "rangers", algo así como una policía demográfica. La tarea de estos "rangers" sería "contener" a las poblaciones pobres en los límites de ciertas quotas. Ocurre lo mismo con hombres que con elefantes: serían una amenaza para el medio ambiente; los equilibrios "naturales" deben pues ser protegidos a todo precio. En caso de no poder contener el crecimiento demográfico entre los pobres, habría que dejarlos morir. De donde se desprende, después del proceso emprendido por Malthus contra las "leyes parroquiales" favorables a los pobres, el proceso, hoy en día, de la ayuda a los pobres de nuestra época. El mensaje de Malthus sigue siendo actual : ayudar a los pobres es transgredir la moral natural; si la Señora Naturaleza es violenta, la sociedad también debe ser violenta.

La exaltación del medio ambiente ha conducido a una radicalización de las ecologías anteriores. Ya la Conferencia de Bucarest (1974) consideraba que el crecimiento de la población afectaba al medio ambiente y se había convertido en problema internacional. La "ayuda" para este objetivo - dicen hoy día - debe ser reforzada.

Esta radicalización es tan marcada durante la Conferencia de Estambul (1996), que evidencia la relación entre planificación territorial y planificación de los nacimientos. En adelante, según Luc Ferry, el hombre ya no es el centro del universo. el antropocentrismo de la tradición occidental, y en particular cartesiano, ha fracasado (7)7. El hombre no trasciende la naturaleza material; es un ser entre otros, inmerso en el universo. El hombre no sólo debe someterse al Estado o el Estado a las organizaciones internacionales; debe igualmente reconocer que los animales también tienen derechos; debe someterse a la Tierra Madre y, tal y como promueve la Nueva Era (New Age), reverenciar a Gaïa.

La ideología de la seguridad demográfica

Más que nunca las tesis maltusianas son reactivadas y son objeto de diversas presentaciones y de acentuaciones variables. Escondida bajo ropajes diferentes, reaparece la cantaleta maltusiana. el número excesivo de hombres es la primera causa de las desgracias que afectan a la humanidad.

Se debe entonces aumentar la ayuda asignada a los programas de control de la natalidad y reforzar, con el mismo objetivo, los poderes de las organizaciones internacionales, especialmente de la ONU y de sus agencias - así como de las ONG identificadas como de confianza.

Los temas maltusianos se entrelazan y dan origen a una ideología cientista caracterizada por la mono-causalidad. El parámetro demográfico es tan exaltado que se invoca tanto para iluminar el pasado como para legitimar programas de acción cada vez más voluntaristas, es decir, de hecho, impuestos a los individuos y a los Estados.

Hemos llamado a esta ideología la ideología de la seguridad demográfica, por analogía con la "doctrina de la seguridad nacional" (8), doctrina a la que apelaban la mayoría de los regímenes militares latinoamericanos en los años 60. Esta doctrina consideraba, uniéndose a teóricos norteamericanos y europeos, que el antagonismo dominante era el que oponía al Occidente liberal y democrático, con el Este totalitario y comunista. Era preciso poner un dique, es decir contener el brote que venía del Este.

Este antagonismo se traducía en una guerra total, que "justificaba" algunos regímenes de excepción. Esta ideología contaba con el miedo para imponer a algunas poblaciones ávidas de desarrollo y libertad, sacrificios no exentos de represión e incluso de violencia. La salvación de la Nación suponía en principio legitimar un poder concebido a la manera de Hobbes: poder "puro" que se expresaba mediante leyes que son la expresión de la voluntad del Leviatán.

Los cuatro componentes que hemos analizado se integran en la ideología de la seguridad demográfica que, en la actualidad, reinterpreta el "antagonismo dominante" aplicándolo a las relaciones Norte-Sur, ricos y pobres. Según esta ideología, la mayor amenaza que podría cernirse sobre el Norte, es la que vendría del Sur, pobre pero mucho más poblado. De donde se desprende la necesidad imperiosa de poner freno al crecimiento demográfico del Sur sin escatimar en los medios. La formulación más cínica de esta ideología se encuentra en el Reporte Kissinger (1974) (9).

La nueva ideología cuenta a su vez también con el miedo que el Sur - se dice - debe inspirar. El programa de acción de nosotros los ricos, puede apelar a fundamentos sólidos, incluso "científicos', proporcionados por Malthus y por sus continuadores. Y en vista de que nuestra causa es "justa", estamos autorizados - dicen ellos - a recurrir a los instrumentos de acción de que dispone la ONU, e incluso a reforzarlos.

Análisis crítico de esta ideología

Causa consternación observar el crédito que algunos responsables de toma de decisiones políticas, otorgan ingenuamente a construcciones ideológicas carentes de toda pertinencia científica. Semejantes ayudas a la decisión sólo pueden conducir a catástrofes. Pasaremos revista nuevamente a los cuatro componentes, evocando lo que dicen de ellos estudios científicos de calidad indiscutible.

Primacía del capital humano

Fraguadas desde el siglo XIX, las tesis de Malthus fueron desmentidas por las investigaciones y las realizaciones, iniciadas en México, de Norman Borlaug, padre de la revolución verde en la India, lo que le valió ser premio Nobel de la Paz en 1970. Todas las hambrunas de la actualidad tienen su origen en guerras, ignorancia, malos gobiernos, corrupción, o también en disfunciones de los sistemas de distribución. Asimismo, Julian Simon, "nobelisable" muerto prematuramente, mostró que los recursos naturales estaban lejos de agotarse; el único recurso que corre el riesgo de faltar es el mismísimo hombre; sólo él tiene el poder de hacer de cualquier cosa un recurso y de un recurso, una riqueza. El hombre es el primer capital que se debe valorar.

Además, hay que hacer notar que, desde hace años, los demógrafos más respetados han llamado la atención sobre la caída generalizada de las tasas de crecimiento de la población y sobre la baja, a veces alarmante, de los índices de fecundidad. Estas tendencias ya se percibían desde hace unos treinta años; sin embargo, como contradicen la vulgata maltusiana, no fueron admitidas y reconocidas sino hasta hace poco por el FNUAP y las demás agencias de la ONU involucradas. Asimismo, lejos de sacar como conclusión la necesidad de cuestionar los programas de control, estas agencias toman como pretexto los aniversarios de las Conferencias del Cairo y de Pekín a fin de reclamar más recursos para el funesto "plan de acción".

Población y credibilidad nacional

Es preciso señalar aquí que el efectivo y la estructura por edad de la población son importantes para la afirmación de la soberanía de una nación en el contexto general de las relaciones internacionales. Es lo que enseña la historia y lo que la actualidad confirma cada día. Es cierto que el estado de la población de una nación no basta para su afirmación política, pero no se puede negar que es parte necesaria y ostensible de la misma. De este modo, a pesar de las diferencias ideológicas que las separan, ninguna gran nación puede darse el lujo de fomentar malas relaciones con China, ni, por otro lado, con la India (10). La credibilidad internacional de los dos gigantes de América Latina, Brasil y México, está fuertemente hipotecada por su déficit demográfico.

El globalismo

Las diferentes concepciones del globalismo deben ser examinadas con mucha atención. Si globalismo significa que los hombres y los Estados son responsables los unos de los otros, si con esto nos referimos a un sentido más agudo de la solidaridad, no podemos mas que alegrarnos. Sin embargo, junto con otros, Zbigniev Brzezinski abrió el camino para otra concepción del globalismo, según la cual, los Estados Unidos deberían asumir el liderazgo de un directorio de países ricos con el fin de evitar el caos mundial. Esta prevención del desorden debería incluir la "contención" de los países del Tercer Mundo y la repartición de las tareas según el espíritu de John Stuart Mill (11).

Aplicado a las relaciones entre Estados, ese globalismo significa un cuestionamiento radical de la soberanía de las Naciones. A este respecto, es extremadamente preocupante ver las instancias internacionales - sobre todo la ONU, pero también la Unión Europea - roer la autonomía de las Naciones soberanas a quienes sin embargo, deben su existencia y su legitimidad. En particular, mediante convenciones, las legislaciones nacionales son debilitadas, naciendo de este modo un nuevo derecho, que es utilizado particularmente para imponer a las naciones pobres "nuevos derechos" en materia de población (12). Vemos pues que ya no se honra a la subsidiariedad.

La familia

Habría que recordar aquí los efectos devastadores del individualismo desmedido al que conduce el neoliberalismo y la violencia resultante del mismo. Ahora bien, el contrapeso a esta desviación nos lo ofrecen algunos estudios recientes relacionados con familia.

Gary Becker recibió el premio Nobel de Economía en 1992 par haber mostrado el papel capital de la familia y de la educación en la sociedad (13). Es primordialmente en familia que se forma el "capital humano", el único que importa en definitiva, y que corre el riesgo de faltar. Es en la familia que se forma la personalidad del niño. Es ahí donde el niño aprende el sentido de la iniciativa, de la responsabilidad, de la solidaridad, etc. tantas cualidades altamente apreciadas en la sociedad.

En esta formación - agrega Cary Becker - el papel de la madre es esencial: es ella quien despierta estas cualidades y quien enseña al niño a estudiar, a ordenar sus cosas, a ser ahorrativo, etc. De ahí el valor específico de la actividad materna, que debería ser reconocida en, y por la sociedad. El niño no sólo es un bien para sus padres; es un bien para la sociedad. La actividad materna no es simplemente un bien "privado"; es un bien aportado a la sociedad. De ahí la necesidad de ofrecer a la mujer las condiciones de una decisión verdaderamente libre: ya sea consagrarse a la familia, ya sea optar por una profesión, o bien conciliar ambas.

Estas conclusiones son corroboradas a contrario por Claude Martin quien estudió "el postdivorcio". El divorcio aumenta el riesgo de marginalización, e incluso de exclusión, del cónyuge separado más vulnerable (14). El Estado-Providencia crea por sí mismo problemas que no puede resolver: adulando a los individuos, debilita la institución familiar que sería la primera en remediar las carencias del Estado-Providencia... En pocas palabras, a la sociedad y al Estado les conviene sostener a la familia y ayudarla a educar bien a los niños que nacen en su seno.

Gestores responsables

Tanto en el medio ambiente en general como con los recursos que en él se encuentran: el hombre debe administrar el mundo natural de manera responsable. La responsabilidad de las agresiones contra el medio ambiente se encuentra tanto en hombres como en compañías devorados par una rapacidad sin límites, como en el caso del Amazonas; o en quienes deforestan y desertifican porque no tienen acceso a otro tipo de combustibles; o en quienes para encontrar oro, matan la fauna acuática; o en quienes toman océanos y lagos como desagües; o en quienes no quieren disciplinar su consumo, como en los países ricos; o en aquellos cuyas industrias contaminan, como en los países del Este europeo. Es falso y deshonesto imputar a una "población excesiva" la responsabilidad de semejantes agresiones.

Impugnar, un derecho político esencial

Al final de este análisis crítico, se ve claramente que la ideología maltusiana, introyectada por varias publicaciones de agencias de la ONU, hace poco caso del hombre, de sus capacidades inventivas, de su libertad, de su sociabilidad. Según esa ideología, el hombre es objeto de determinismos inexorables, a los que se encuentra necesariamente sometido. Estos determinismos se observan en el crecimiento fatal de las penurias, en el carácter insuperable de las desigualdades naturales, en el servilismo irremediable del hombre a sus pasiones, por último en la imposibilidad para el hombre de librarse del anclaje que lo clava por entero al cosmos.

El drama es que, en la medida en que la ONU acogió esta ideología íntegramente materialista, con el determinismo que es su remate inevitable, la misma ONU corre el riesgo de sucumbir a la intolerancia y al dogmatismo. Al poner en la trampa a sus miembros, la ONU acabó por caer en la trampa de su misma ideología. Erigiéndose en depositaria de la "verdad ideológica", ella debe necesariamente volverse intolerante, rechazar toda crítica, ignorar con exceso de soberbia el mentís de los hechos.

De ahí su obsesión por el consenso en las reuniones internacionales y la ocultación sistemática de las reservas que emanan de medios "políticamente incorrectos". Si el colegio de las naciones miembros no retoma el control de esta organización, la ONU podría generalizar en el mundo el modelo chino: la producción de la riqueza humana sería planificada por tecnócratas ideológicamente "iluminados", de quienes estaría prohibido discutir los oráculos. Si la ONU quiere conservar su credibilidad, sólo podrá lograrlo liberándose de esta ideología mediocre, reaccionaria y paleo-imperial.

Desarrollo y libertad

Amartya Sen, premio Nobel de Economía en 1998, elaboró una obra que arroja nueva luz sobre la pobreza en general y las hambrunas en particular. Siguiendo caminos algo diferentes a los que tomaron Borlaug, Becker y Simon, el célebre economista de Cambridge mostró que la pobreza no tiene nada de fatal. Es el hombre el principal responsable de ello, no la naturaleza, y precisa: la pobreza debe medirse tomando en cuenta no sólo el ingreso sino también la escolaridad, la facilidad para acceder a la atención médica, a reformas agrarias y fiscales, etc. La pobreza es la consecuencia de malas gestiones económicas, es decir de malas decisiones tomadas por hombres: es la cara de un fracaso.

Ahora bien, para corregir esos errores y poner fin a esos fracasos, se necesita antes que nada un ambiente político favorable. Para empezar, es preciso que todos tengan derecho a la libertad de expresión; hay que poder criticar las malas medidas económicas ya que, ahí donde todos son instruidos y tienen derecho a la palabra crítica, los dirigentes que cometan errores y no los corrijan, serán reprobados en las siguientes elecciones. Poniendo vigorosamente de relieve el papel del hombre, Amartya Sen muestra cuán estrecha es la relación entre la economía y la política; subraya en particular que las hambrunas se deben al hecho que quienes las padecen no tienen derechos; en particular no pueden expresarse para criticar el establishment.

La lectura que Amartya Sen hace de la hambruna puede ser extendida al conjunto de los parámetros que caracterizan a la pobreza y al desarrollo: ingreso, sí, pero también salud, escuela, esperanza de vida, etc. Será imposible luchar contra la pobreza, será imposible procurar desarrollo si no se reconocen los derechos de todos los hombres involucrados. Dicho de otro modo, no hay desarrollo sin democracia política, como no hay democracia "'sin libertad para censurar".

Si es así, queda confirmado que la tendencia al dogmatismo ideológico, que se constata a veces en la ONU, no puede tolerar el derecho que tienen los pobres a la palabra. Privados de palabra, privados de escuela, privados de salud - en una palabra - privados de libertad, los pobres no tienen su lugar en el gran banquete de la naturaleza. "La tentación de imponer un control obligatorio de los nacimientos, escribe Amartya Sen, aparece en el momento en que un gobierno tiene prioridades diferentes a las familias mismas" (15). Según ciertos textos de la ONU y de sus agencias, la prioridad es hacer que los pobres se traguen la poción ideológica, que la subscriban, en ningún caso que la discutan.

Si no fuese detenida, esta derivación, que no puede valerse de la Carta de San Francisco (1945) y que es francamente contraria a la Declaración de los Derechos Humanos (1948), desembocaría en un desastre económico y político del cual el "modelo chino" es sólo una lúgubre prefiguración.

El demógrafo de cara al poder

Al término de esta revisión, se desprenden varias enseñanzas relativas a la población y a la demografía.

1. La ciencia demográfica ha dado y continúa dando servicios inestimables a la comunidad humana. Sin embargo, el responsable de la toma de decisiones políticas debe siempre tener en mente los limites inherentes a esta disciplina científica. Aún hechos en las mejores condiciones, los censos sólo dan estimaciones. En cuanto a las proyecciones y a las previsiones, tal y como se desprende de los resultados incluso de la ONU, deben ser tomadas con la mayor circunspección y son regularmente desaprobadas. No contamos con ningún método que nos permita decir con certeza lo que será el comportamiento reproductivo de las parejas en tal o cual sociedad.

2. Desde el inicio de este siglo, la ciencia de la población permitió estudiar la morbilidad y en particular delimitar mejor las enfermedades infecciosas; en ese sentido fue particularmente de gran ayuda para los servicios de migración. Con el perfeccionamiento de los servicios de estado civil, la demografía ofreció a las naciones un mejor conocimiento de su fuerza de trabajo y de sus capacidades. Frecuentemente, después de las guerras los gobiernos han promovido medidas natalistas.

3. Desde los años 60, los poderes públicos han sido cada vez más influenciados por la ideología maltusiana, divulgada ante todo desde los países anglo-sajones. Impregnados de esta ideología, y disponiendo de recursos cada vez más considerables, los Estados, vigorosamente incitados por las organizaciones internacionales públicas y privadas, intervinieron cada vez más abierta y directamente en la planificación autoritaria de las poblaciones. La India y China son los casos más conocidos, pero un intervencionismo parecido se observa en América Latina, en particular en México, y en África. La ideología maltusiana pretende "legitimar" campañas que persiguen como blanco preferencial - y "por su propio bien" - a poblaciones sin defensa. Numerosos testimonios dan fe de que estas poblaciones no están "completamente informadas" y que tampoco están en condiciones de dar un "consentimiento libre y aclarado" de las medidas antinatalistas que se les prometen para "su beneficio". La ideología maltusiana está aquí al servicio del engaño, de la coerción o de la fuerza. Exportada a los países en pleno desarrollo, se ha convertido en el arma más pérfida que utilizan los países ricos en la confrontación disimulada que han emprendido en contra del Tercer Mundo.

4. Las intervenciones cada vez más notorias de los poderes públicos en la dinámica demográfica, inducen transformaciones radicales en la sociedad política. En nombre de la ideología maltusiana, el comportamiento reproductivo de los ciudadanos y la célula familiar están cada vez más expuestos a la intrusión del Estado. Pero los Estados particulares están cada vez más expuestos a las presiones que vienen de la ONU, de sus agencias e incluso de la Unión Europea. La ayuda a los países del Tercer Mundo cada vez está más condicionada a la aceptación de programas maltusianos. La subsidiariedad ya no se respeta puesto que las parejas son cada vez más "administradas" en sus decisiones más intimas y que las Naciones ven corroída su soberanía en nombre del "estado se necesidad" creado por la, así llamada, "explosión demográfica".

5. El impacto producido por las metamorfosis del maltusianismo contrasta con el carácter precario de las bases científicas sobre las que él descansa. Este contraste dirige a la comunidad demográfica nacional y mundial un llamado a un examen de conciencia.

La mayoría de las grandes disciplinas científicas mantienen relaciones ambiguas con el poder. Algunas veces los gobernantes se valen de científicos para gobernar, otras, los científicos pretenden gobernar en virtud de su saber. De este modo los sabios oscilan a menudo entre servilismo y voluntad de poder. Algunos psiquiatras se pusieron al servicio del régimen soviético; algunos médicos biólogos quieren participar actualmente en el poder y administrar la vida humana en nombre de criterios "cualitativos" definidos por ellos mismos.

La ideología maltusiana ilustra de manera dramática los riesgos de relaciones ambiguas que algunos demógrafos mantienen con el establishment nacional e internacional. Consideremos simplemente lo que ocurre en las agencias de la ONU. Ellas tienen a su servicio a algunos demógrafos de los cuales algunos son a veces utilizados esencialmente para dar seudo-legitimación científica a los programas de control de la población. Otros demógrafos, externos o no al aparato de la ONU, participan en el poder presentando su cientismo demográfico como la panacea de todos los males que padece la sociedad humana.

De este modo se formó una tecnocracia internacional que está al servicio de los intereses de las grandes potencias. Esta tecnocracia maquilla sus intenciones vergonzosas bajo la máscara de una farsa demográfica totalmente insensible al mentís de los hechos. Se debe pues denunciar el abuso de poder científico, llevado a veces hasta la estafa, cometida por una fracción significativa de la comunidad demográfica.

Ningún demógrafo está a salvo de esta recuperación humillante. Evidentemente, podemos encontrar en todas partes a algunos demógrafos dispuestos a vender cualquier producto que responda a las conveniencias gubernamentales del momento, por ejemplo en materia de seguros de enfermedad, de seguro social, pensiones de retiro.

Sin embargo por fortuna también existe en todos lados una comunidad demográfica que une su autoridad científica reconocida, con una integridad moral de valor irreprochable. Es a estos sabios, que conocen el precio de la libertad académica a quienes incumbe la tarea urgentísima de proteger a nuestras comunidades nacionales y a toda la comunidad humana de las metamorfosis del maltusianismo.

Toca a ellos antes que nada, exigir a la ONU que entregue cuentas; toca a ellos desmitificar los "planes de acción" ampliamente fundados sobre una gigantesca baladronada ideológica. Si la mentira casa bien con la violencia, la justicia sólo podrá hacerse en la verdad.

Michel Schooyans (http://perso.infonie.be/le.feu )
Notas
1. El texto completo del famoso Apólogo del Banquete de Malthus se encuentra en nuestra obra La dérive totalitaire du libéralisme, Paris, Éd. Mame, 1995, pp. 139 s.

2. Hemos consagrado dos obras a estas tesis y a su posteridad: La dérive totalitaire du libéralisme, ya citada y El Evangelio frente al desorden mundial, Prólogo del Cardenal Ratzinger, México D.F., Ed. Diana, 2000.

3. Sobre la influencia de estas ideas en Francia, ver Anne CARO, Histoire de l'eugénisme en France. Les médecins et la procréation. XIXe-XXe siècle, Paris, Éd. du Seuil, 1995.

4. Una perspectiva general sobre la acción de la ONU y de sus agencias se encuentra en Stanley P. Johnson, World Population and the United Nations. Challenge and Response, Cambridge University Press, 1987.

5. Analizamos estos problemas detalladamente en La face cachée de l'ONU, Paris, Éd. Le Sarment/Fayard, 2000; traducción en español a salir en 2001 por la Editorial Diana, México D.F.

6. Más detalles sobre las Conferencias que citaremos en nuestra obra Le crash démographique, Paris, Éd. Le Sarment/Fayard, 1999; cf. especialmente el capítulo V: "L'ONU et ses conférences concernant les Populations".

7. Ver Luc FERRY, Le nouvel ordre écologique, Paris, Éd. Grasset/Livre de Poche, 1998, cf. P.ej. pp. 26-29.

8. Ver : La dérive totalitaire du libéralisme, passim; y El Evangelio frente al desorden mundial.

9. Cf. The Life and Death of NSSM 200 (Kissinger Report), publicado por Stephen D. Mumford. Este libro puede ser solicitado al Center for Research on Population and Security, P.O. Box 13067, Research Triangle Park, North Carolina 27709, USA. El texto del Reporte se encuentra en las pp. 47-186.

10. Es lo que explica Gérard-François DUMONT, profesor de demografía de la Sorbona, en "Démographie et analyse stratégique", en Défense (Paris), n° 83, marzo 1999, pp. 76-80.

11. Sobre los aspectos económicos de la globalización, ver la sorprendente obra Mastering Global Business, London, Ed. Financial Times/Pittman Publishing, 1999.

12. El paso del control demográfico a los nuevos derechos es finamente analizado por Seamus Grimes en "From Population control to 'reproductive rights': ideological influences in population policy", en Third World Quarterly, 19, 3, 1998, pp. 375-393.

13. Ver Gary S. Becker, A Treatise on the Family, Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, Reedición 1994.

14. Esta es una de las principales tesis desarrolladas por Claude Martin en L'après divorce. Lien familial et vulnérabilité, Presses universitaires de Rennes, 1997.

15. Cf Amartya Sen, "Pas de bonne économie sans démocratie", en Le Monde, 28 octubre de 1998.


La ONU gobierno mundial


Profesor Michel Schooyans

¿La ONU un Gobierno Mundial a favor de los poderosos?

La ideología que está detrás del controlismo poblacional y de los grupos anti-vida
. Michel Schooyans es sin duda el más importante estudioso de la ideología que está detrás del controlismo poblacional y los grupos favorables al aborto. Ésta es una síntesis de una larga conversación con el sacerdote e intelectual belga.

¿Por qué la Santa Sede se opone a algunos
supuestos
"derechos" que promueve la ONU?

La ONU desde hace 30 ó 40 años a través de algunas de sus agencias especializadas como el UNFPA, la OMS ó PNUD, Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo, lanzó un programa internacional de control de la natalidad, nítidamente maltusiano. Esto significa que la ONU quiere proponer el control de la natalidad como un medio, una condición previa para el desarrollo de los pueblos.

Esta postura merece algunas consideraciones. Lo primero en lo que hay que ser enfático es que científicamente nunca ha sido demostrado que exista una relación entre la densidad de la población de un país y el desarrollo. Hay países poco poblados que son desarrollados, como Australia, y otros poco poblados que son subdesarrollados; como es el caso de los países de Africa Central. Inversamente hay países muy poblados que son desarrollados, como Holanda que tiene más de 400 personas por kilómetro cuadrado, y hay países muy poblados subdesarrollados como Pakistán. Quiere decir que no hay relación entre las dos cosas, depende de cada caso.

Sin embargo, la ONU se comporta como si hubiera una relación determinante entre las dos cosas y dice a los países: "controlen su población y van a desarrollarse". Pero los países pobres lo que necesitan son remedios, escuelas, saneamiento de las aguas, hospitales etc. Recursos que realmente favorezcan su desarrollo y no un control de la población. La Iglesia no puede y no quiere promover una política de desarrollo basada en una mentira científica; en una hipótesis que nunca fue demostrada...

¿Podríamos decir que es una ideología?

Sí, seguramente es la ideología maltusiana, y es muy importante destacar su persistencia. Es una ideología discriminatoria, eugenista, segregacionista. El centro de su temática podríamos expresarlo diciendo: "nosotros los ricos del hemisferio norte necesitamos controlar el crecimiento de la población de los países del sur porque tenemos miedo de esta población".

La Santa Sede es muy consciente de que ya desde antes de la caída del muro de Berlín ha habido una reinterpretación de la famosa guerra fría: ya no era la guerra Este vs. Oeste sino la guerra Norte vs. Sur, oponiendo los países ricos a los países pobres. Evidentemente, la Iglesia no puede aceptar esta oposición ni este diagnóstico típicamente maltusiano. Ella busca una auténtica solidaridad internacional basada en la cooperación internacional, en una distribución más equitativa de los recursos, en la posibilidad concreta de que los países pobres puedan acceder al saber y a las técnicas de las cuales depende su desarrollo. Pero la ideología maltusiana es muy útil a los países ricos porque presenta las cosas como demostradas cuando por el contrario todas las profecías de Malthus fueron desmentidas; esa hipótesis de que la población crece más rápidamente que los recursos alimenticios es una farsa científica.

Pero hay otro motivo por el que la Iglesia no puede admitir las posturas de la ONU. Resulta obvio que es poco simpático y poco admisible decir: "los ricos debemos contener el crecimiento de las poblaciones pobres", y por lo tanto se busca utilizar un lenguaje nuevo, mentiroso, ideológico: "el lenguaje de los derechos humanos": "ustedes los pobres tienen derecho a la contracepción, al aborto. Estos son los nuevos derechos humanos. Nosotros -los ricos- queremos ayudarlos a ejercer ese derecho nuevo y vamos a ayudarlos a desarrollarse mandándoles métodos anticonceptivos y dispositivos intrauterinos y aparatos para realizar abortos con máquinas especializadas..." La Iglesia no puede admitir este tipo de política.
Quisiera mencionar aquí una cosa que muchas veces no está siendo muy bien explicada al público: además de las consideraciones de ética privada, personal, la Iglesia se opone a estas campañas por motivos de ética social.

¿Qué propone la Iglesia
frente a esta ideología?


Continúa proclamando que aunque el hombre sea pequeño, flaco y débil tiene el mismo valor intrínseco. La sociedad actual no hace eso, es una sociedad de violencia, de exclusión. Para los ideólogos del marxismo como para los del liberalismo la actitud cristiana es inadmisible porque los que hacemos la opción de Jesús hacemos al mismo tiempo la opción por los pobres, porque Jesús hizo esta revolución al reconocer a los que no valían nada en la sociedad.

La crisis que estamos viviendo es realmente una crisis de valores, es la crisis de la Verdad. En los ambientes de la ONU o en la problemática actual en materia de democracia se dice: no es necesario querer descubrir la verdad, no somos capaces de descubrirla porque cada uno tiene la suya; y ocurre que las necesidades de la práctica nos hacen tomar decisiones prácticas y entonces terminamos haciendo lo que recomienda John Rose, político norteamericano: “...discutimos caso por caso sin referirnos a principios relativos a la verdad (que es inaccesible) y entonces tomamos una decisión. Es lo que se llama la ética procesal, que no considera lo que es bueno, justo, malo. Será justa la decisión que vamos a tomar sólo porque vamos a tomarla.”

Pero con este relativismo integral el respeto debido a todo ser humano desaparece, es condicionado, porque depende de una decisión consensual siempre re-negociable. Así, terminamos en una sociedad de violencia donde prevalece la voluntad del más fuerte.

¿Cómo se vincula a este problema
el tema de la globalización?


Cuando se habla de "globalización" se esta tocando dos temas. El de la "mundialización" y el de la "globalización". Cuando uno habla de "mundialización" se insinúa que estamos caminando hacia un gobierno mundial, hacia una sociedad soñada por algunos autores o políticos famosos -podría mencionar a dos de ellos como Willy Brandt, canciller de Alemania, y Jan Timberland, un holandés que ganó el Nobel de Economía-. Ellos desarrollan esta idea de la mundialización en la que la época de las naciones soberanas ya pasó. Conviene que poco a poco la ONU se torne en un gobierno mundial y las agencias de la ONU en los ministerios de este gobierno. En esta mundialización veo una nueva tentativa de instaurar la famosa "Internacional" soñada por los marxistas del siglo pasado.

La globalización es algo similar pero en una perspectiva de ideología liberal. El mundo es visto como un inmenso mercado que debemos integrar. El problema se da cuando a través del control de las cosas, de las materias primas, de las industrias, etc., se llega al control de los hombres.

En el núcleo de la ideología moderna -tanto de la de inspiración marxista como de la neoliberal- el hombre es interpretado desde una perspectiva monística, panteística y en este caso la única ética que se impone al hombre es fatalista : si somos una partícula en el medio debemos admitir esta situación y si ésta lo exige, vamos a sacrificar hombres a la supervivencia del medio ambiente. Es la temática ya desarrollada en Río de Janeiro en 1992 en la reunión "Cumbre de la Tierra".

Pero es una ideología que sigue desarrollándose y que somete al hombre al medio ambiente. La ética aparece como una sumisión a la madre Gaia, la tierra. Con este tipo de determinismo ético el hombre debe admitir su situación de mortalidad total e integral. No hay otra perspectiva de la vida tal como la conocemos en la tierra. Estamos encerrados en este mundo que nos oprime y debemos aceptar lo que dicen y piensan los que supuestamente entienden este medio ambiente.

Por eso hay personas como Jacques Cousteau, que era un farsante de primera, que junto con varios ideólogos de este tipo recomendaban la eliminación de 3 o 4 mil millones de habitantes de la tierra justamente para que no haya contaminación porque el hombre es el mayor contaminador.



Default humanístico : Anomia


Por Juan Alberto Yaría (*)


"Todas las normas de conducta y reglas morales forman un mundo imaginario alrededor de la persona; si en algún momento esa barrera se resquebraja, los impulsos se liberan a borbotones y sin control". (E. Durkheim sobre la anomia- La Educación Moral- 1925)

La anomia es una "anemia" normativa. En las últimas semanas distintos hechos lo delatan: personajes del llamado mundo del espectáculo culminan trágicamente sus vidas, otros existen vegetando de puerta en puerta; futbolistas, algunos reincidentes por consumo de droga, son sancionados atacando las reglas del "fair play"; al mismo tiempo una cadena de violaciones seguidas de muerte muestran otro rostro de esta "anemia" social. Mientras tanto, el "Nene" Sánchez, asesino y violador de Mariela, su esposa confiesa que en realidad era un drogadicto en estado crónico. En todos los sucesos aparecen, desde las tragedias de los miembros del jet-set criollo hasta los violadores furtivos de los distintos conurbanos marginales, los consumos de sustancias prohibidas y de alcohol como elementos centrales. Pero las drogas (incluido el alcohol) es la punta del iceberg. Es síntoma de un mal mayor.

Mientras tanto la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes recalca en la Argentina el aumento de las intoxicaciones por drogas en los hospitales públicos y del consumo en la escolaridad secundaria.

Las drogas tienen mucho que ver con el aumento de las violaciones, los suicidios y los trastornos psiquiátricos. Todas alteran la estructura psicológica de una persona tanto en su estado de ánimo (trastornos del estado de ánimo que puede fluctuar desde la omnipotencia eufórica hasta la caída depresiva-melancólica) como el sistema perceptivo y cognitivo (desde leves estados confusionales de la conciencia hasta el coma y además las percepciones distorsionadas por el delirio y las alucinaciones). Son además inductoras por doble vía de trastornos antisociales (violaciones, actos crueles) ya que el consumo abusivo , especialmente de estimulantes tipo cocaína, altera los controles morales y genera daños cerebrales que eliminan la posibilidad de control de los impulsos.

Singularmente la anomia, que produce en tropel discapacitados sociales, agota también los presupuestos públicos al generar en masa criminalidad, enfermos crónicos, atemorizar las relaciones sociales en ciertos barrios que funcionan como ghettos marginales, además de ir creando una subclase de "mutantes" que obsesionará a la sociedad durante décadas.

Si el sistema normativo se rebalsó ¿qué sucedió? Porque, como decía Durkheim, cuando esto sucede los impulsos más primitivos se desatan sin control. Es indudable que esto surge cuando necesidades esenciales de la persona no se pueden realizar: autoestima, supervivencia, realización, proyectos; a su vez, el contexto institucional pierde eficacia: familias productoras de hijos pero no protectoras de hijos, escuela que no forma para la vida, espiritualidad popular ausente o en déficit, instituciones de seguridad y judiciales en crisis, en algunos casos infiltradas por el delito y en otros denostadas para sacar un rédito político, y la pérdida de la cultura del trabajo en donde si bien éste escasea triunfa el apriete, la coima y el arreglo como lo peor de la cultura marginal del porteño.

Muchos, incapaces de alcanzar una vida personal gratificante, optan por una existencia imaginaria: la droga se los facilita; otros son vengadores (matan, violan). Unos viven mundos ilusorios y otros matan sin sentir. Albert Camus en su novela "El Extranjero" ( L´Etranger, que también podría traducirse como El Extraño), describe la historia de hombres que matan sin sentir, víctimas y victimarios de la anomia social. Es una verdadera demencia semántica: en donde lo que se hace y dice no tiene ninguna connotación afectiva. Robots humanos éstos, sujetos imaginarios (mientras dure la dosis) los otros.

Pero, desde mi punto de vista, la anomia es también la apatía comunitaria ante el default humanístico que vivimos. Hoy, viendo las consecuencias de un consumo indiscriminado de sustancias en todos los sectores sociales, no existe en las organizaciones una respuesta acorde con la magnitud de la crisis. Escuelas, instituciones espirituales, medios de comunicación, familias, asistimos a una inercia anómica. Durante años padecimos una escalada comunicacional desde distintos sectores que amparaban y promovían la aceptación social del consumo de estupefacientes. Hoy se recogen los frutos. Una subclase de mutantes nos esperará y ya se avizora.

La anomia transforma todo en indiferenciado porque se pierde toda referencia de valores. La tolerancia de lo marginal como si fuera una norma de conducta es algo que se da en nuestra comunidad; aumentan las cegueras de los ciudadanos ante lo antisocial, se difuminan las fronteras entre lo que hace bien y lo que hace mal. Se difunde y se publicita algo que daña como algo bueno y se denigra a todos aquéllos que tienen otros valores (se los llama "panchos" o "caretas" adquiriendo incluso términos típicos de lo marginal).

Lewis Monford, sociólogo e historiador brillante, refiriéndose a ciclos históricos en donde la anomia parecía reinar, decía que de esto nos podemos recuperar para que la ciudad sea la fuerza vital de la civilización: "el centro del cuidado y cultivo de los hombres y mujeres que la habitan". Pero primero, debemos aceptar el problema que tenemos; y por lo menos una elite dirigente que pueda promover un nuevo discurso preventivo de la anomia.

(*) Dr. Juan Alberto Yaría, Director del Instituto
de Prevención de la Drogadependencia,
Universidad del Salvador, uds-drog@salvador.edu.ar

Carta sobre la colaboración del hombre y de la mujer en la Iglesia y en el mundo


Carta a los Obispos de la Iglesia Católica

Joseph Cardenal Ratzinger - Actual Papa Benedicto XVI

Introducción

1. Experta en humanidad, la Iglesia ha estado siempre interesada en todo lo que se refiere al hombre y a la mujer. En estos últimos tiempos se ha reflexionado mucho acerca de la dignidad de la mujer, sus derechos y deberes en los diversos sectores de la comunidad civil y eclesial. Habiendo contribuido a la profundización de esta temática fundamental, particularmente con la enseñanza de Juan Pablo II,1 la Iglesia se siente ahora interpelada por algunas corrientes de pensamiento, cuyas tesis frecuentemente no coinciden con la finalidad genuina de la promoción de la mujer.

Este documento, después de una breve presentación y valoración crítica de algunas concepciones antropológicas actuales, desea proponer reflexiones inspiradas en los datos doctrinales de la antropología bíblica, que son indispensables para salvaguardar la identidad de la persona humana. Se trata de presupuestos para una recta comprensión de la colaboración activa del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, en el reconocimiento de su propia diferencia. Las presentes reflexiones se proponen, además, como punto de partida de profundización dentro de la Iglesia, y para instaurar un diálogo con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, en la búsqueda sincera de la verdad y el compromiso común de desarrollar relaciones siempre más auténticas.

I. El Problema

2. En los últimos años se han delineado nuevas tendencias para afrontar la cuestión femenina. Una primera tendencia subraya fuertemente la condición de subordinación de la mujer a fin de suscitar una actitud de contestación. La mujer, para ser ella misma, se constituye en antagonista del hombre. A los abusos de poder responde con una estrategia de búsqueda del poder. Este proceso lleva a una rivalidad entre los sexos, en el que la identidad y el rol de uno son asumidos en desventaja del otro, teniendo como consecuencia la introducción en la antropología de una confusión deletérea, que tiene su implicación más inmediata y nefasta en la estructura de la familia.

Una segunda tendencia emerge como consecuencia de la primera. Para evitar cualquier supremacía de uno u otro sexo, se tiende a cancelar las diferencias, consideradas como simple efecto de un condicionamiento histórico-cultural. En esta nivelación, la diferencia corpórea, llamada sexo, se minimiza, mientras la dimensión estrictamente cultural, llamada género, queda subrayada al máximo y considerada primaria. El obscurecerse de la diferencia o dualidad de los sexos produce enormes consecuencias de diverso orden. Esta antropología, que pretendía favorecer perspectivas igualitarias para la mujer, liberándola de todo determinismo biológico, ha inspirado de hecho ideologías que promueven, por ejemplo, el cuestionamiento de la familia a causa de su índole natural bi-parental, esto es, compuesta de padre y madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad y un modelo nuevo de sexualidad polimorfa.

3. Aunque la raíz inmediata de dicha tendencia se coloca en el contexto de la cuestión femenina, su más profunda motivación debe buscarse en el tentativo de la persona humana de liberarse de sus condicionamientos biológicos.2 Según esta perspectiva antropológica, la naturaleza humana no lleva en sí misma características que se impondrían de manera absoluta: toda persona podría o debería configurarse según sus propios deseos, ya que sería libre de toda predeterminación vinculada a su constitución esencial.

Esta perspectiva tiene múltiples consecuencias. Ante todo, se refuerza la idea de que la liberación de la mujer exige una crítica a las Sagradas Escrituras, que transmitirían una concepción patriarcal de Dios, alimentada por una cultura esencialmente machista. En segundo lugar, tal tendencia consideraría sin importancia e irrelevante el hecho de que el Hijo Dios haya asumido la naturaleza humana en su forma masculina.

4. Ante estas corrientes de pensamiento, la Iglesia, iluminada por la fe en Jesucristo, habla en cambio de colaboración activa entre el hombre y la mujer, precisamente en el reconocimiento de la diferencia misma.

Para comprender mejor el fundamento, sentido y consecuencias de esta respuesta, conviene volver, aunque sea brevemente, a las Sagradas Escrituras, —ricas también en sabiduría humana— en las que la misma se ha manifestado progresivamente, gracias a la intervención de Dios en favor de la humanidad.3

II. Los datos fundamentales de
la Antropología Bíblica


5. Una primera serie de textos bíblicos a examinar está constituida por los primeros tres capítulos del Génesis. Ellos nos colocan «en el contexto de aquel ‘‘principio'' bíblico según el cual la verdad revelada sobre el hombre como ‘‘imagen y semejanza de Dios'' constituye la base inmutable de toda la antropología cristiana».4

En el primer texto (Gn 1,1-2,4), se describe la potencia creadora de la Palabra de Dios, que obra realizando distinciones en el caos primigenio. Aparecen así la luz y las tinieblas, el mar y la tierra firme, el día y la noche, las hierbas y los árboles, los peces y los pájaros, todos «según su especie». Surge un mundo ordenado a partir de diferencias, que, por otro lado, son otras tantas promesas de relaciones. He aquí, pues, bosquejado el cuadro general en el que se coloca la creación de la humanidad. «Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra... Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, hombre y mujer los creó» (Gn 1,26-27). La humanidad es descrita aquí como articulada, desde su primer origen, en la relación de lo masculino con lo femenino. Es esta humanidad sexuada la que se declara explícitamente «imagen de Dios».

6. La segunda narración de la creación (Gn 2,4-25) confirma de modo inequívoco la importancia de la diferencia sexual. Una vez plasmado por Dios y situado en el jardín del que recibe la gestión, aquel que es designado —todavía de manera genérica— como Adán experimenta una soledad, que la presencia de los animales no logra llenar. Necesita una ayuda que le sea adecuada. El término designa aquí no un papel de subalterno sino una ayuda vital.5 El objetivo es, en efecto, permitir que la vida de Adán no se convierta en un enfrentarse estéril, y al cabo mortal, solamente consigo mismo. Es necesario que entre en relación con otro ser que se halle a su nivel. Solamente la mujer, creada de su misma «carne» y envuelta por su mismo misterio, ofrece a la vida del hombre un porvenir. Esto se verifica a nivel ontológico, en el sentido de que la creación de la mujer por parte de Dios caracteriza a la humanidad como realidad relacional. En este encuentro emerge también la palabra que por primera vez abre la boca del hombre, en una expresión de maravilla: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gn 2,23).

En referencia a este texto genesíaco, el Santo Padre ha escrito: «La mujer es otro ‘‘yo'' en la humanidad común. Desde el principio aparecen [el hombre y la mujer] como ‘‘unidad de los dos'', y esto significa la superación de la soledad original, en la que el hombre no encontraba ‘‘una ayuda que fuese semejante a él'' (Gn 2,20). ¿Se trata aquí solamente de la ‘‘ayuda'' en orden a la acción, a ‘‘someter la tierra'' (cf Gn 1,28)? Ciertamente se trata de la compañera de la vida con la que el hombre se puede unir, como esposa, llegando a ser con ella ‘‘una sola carne'' y abandonando por esto a ‘‘su padre y a su madre'' (cf Gn 2,24)».6

La diferencia vital está orientada a la comunión, y es vivida serenamente tal como expresa el tema de la desnudez: «Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro» (Gn 2, 25).

De este modo, el cuerpo humano, marcado por el sello de la masculinidad o la femineidad, «desde ‘‘el principio'' tiene un carácter nupcial, lo que quiere decir que es capaz de expresar el amor con que el hombre-persona se hace don, verificando así el profundo sentido del propio ser y del propio existir».7 Comentando estos versículos del Génesis, el Santo Padre continúa: «En esta peculiaridad suya, el cuerpo es la expresión del espíritu y está llamado, en el misterio mismo de la creación, a existir en la comunión de las personas ‘‘a imagen de Dios''».8

En la misma perspectiva esponsal se comprende en qué sentido la antigua narración del Génesis deja entender cómo la mujer, en su ser más profundo y originario, existe «por razón del hombre» (cf 1Co 11,9): es una afirmación que, lejos de evocar alienación, expresa un aspecto fundamental de la semejanza con la Santísima Trinidad, cuyas Personas, con la venida de Cristo, revelan la comunión de amor que existe entre ellas. «En la ‘‘unidad de los dos'' el hombre y la mujer son llamados desde su origen no sólo a existir ‘‘uno al lado del otro'', o simplemente ‘‘juntos'', sino que son llamados también a existir recíprocamente, ‘‘el uno para el otro... El texto del Génesis 2,18-25 indica que el matrimonio es la dimensión primera y, en cierto sentido, fundamental de esta llamada. Pero no es la única. Toda la historia del hombre sobre la tierra se realiza en el ámbito de esta llamada. Basándose en el principio del ser recíproco ‘‘para'' el otro en la ‘‘comunión'' interpersonal, se desarrolla en esta historia la integración en la humanidad misma, querida por Dios, de lo ‘‘masculino'' y de lo ‘‘femenino''».9

La visión serena de la desnudez con la que concluye la segunda narración de la creación evoca aquel «muy bueno» que cerraba la creación de la primera pareja humana en la precedente narración. Tenemos aquí el centro del diseño originario de Dios y la verdad más profunda del hombre y la mujer, tal como Dios los ha querido y creado. Por más transtornadas y obscurecidas que estén por el pecado, estas disposiciones originarias del Creador no podrán ser nunca anuladas.

7. El pecado original altera el modo con el que el hombre y la mujer acogen y viven la Palabra de Dios y su relación con el Creador. Inmediatamente después de haberles donado el jardín, Dios les da un mandamiento positivo (cf Gn 2,16) seguido por otro negativo (cf Gn 2,17), con el cual se afirma implícitamente la diferencia esencial entre Dios y la humanidad. En virtud de la seducción de la Serpiente, tal diferencia es rechazada de hecho por el hombre y la mujer. Como consecuencia se tergiversa también el modo de vivir su diferenciación sexual. La narración del Génesis establece así una relación de causa y efecto entre las dos diferencias: en cuando la humanidad considera a Dios como su enemigo se pervierte la relación misma entre el hombre y la mujer. Asimismo, cuando esta última relación se deteriora, existe el riesgo de que quede comprometido también el acceso al rostro de Dios.

En las palabras que Dios dirige a la mujer después del pecado se expresa, de modo lapidario e impresionante, la naturaleza de las relaciones que se establecerán a partir de entonces entre el hombre y la mujer: «Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará» (Gn 3,16). Será una relación en la que a menudo el amor quedará reducido a pura búsqueda de sí mismo, en una relación que ignora y destruye el amor, reemplazándolo con el yugo de la dominación de un sexo sobre el otro. La historia de la humanidad reproduce, de hecho, estas situaciones en las que se expresa abiertamente la triple concupiscencia que recuerda San Juan, cuando habla de la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (cf 1 Jn 2,16). En esta trágica situación se pierden la igualdad, el respeto y el amor que, según el diseño originario de Dios, exige la relación del hombre y la mujer.

8. Recorrer estos textos fundamentales permite reafirmar algunos datos capitales de la antropología bíblica. Ante todo, hace falta subrayar el carácter personal del ser humano. «De la reflexión bíblica emerge la verdad sobre el carácter personal del ser humano. El hombre —ya sea hombre o mujer— es persona igualmente; en efecto, ambos, han sido creados a imagen y semejanza del Dios personal».10 La igual dignidad de las personas se realiza como complementariedad física, psicológica y ontológica, dando lugar a una armónica «unidualidad» relacional, que sólo el pecado y las ‘‘estructuras de pecado'' inscritas en la cultura han hecho potencialmente conflictivas. La antropología bíblica sugiere afrontar desde un punto de vista relacional, no competitivo ni de revancha, los problemas que a nivel público o privado suponen la diferencia de sexos.

Además, hay que hacer notar la importancia y el sentido de la diferencia de los sexos como realidad inscrita profundamente en el hombre y la mujer. «La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones».11 Ésta no puede ser reducida a un puro e insignificante dato biológico, sino que «es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano».12 Esta capacidad de amar, reflejo e imagen de Dios Amor, halla una de sus expresiones en el carácter esponsal del cuerpo, en el que se inscribe la masculinidad y femineidad de la persona.

Se trata de la dimensión antropológica de la sexualidad, inseparable de la teológica. La criatura humana, en su unidad de alma y cuerpo, está, desde el principio, cualificada por la relación con el otro. Esta relación se presenta siempre a la vez como buena y alterada. Es buena por su bondad originaria, declarada por Dios desde el primer momento de la creación; es también alterada por la desarmonía entre Dios y la humanidad, surgida con el pecado. Tal alteración no corresponde, sin embargo, ni al proyecto inicial de Dios sobre el hombre y la mujer, ni a la verdad sobre la relación de los sexos. De esto se deduce, por lo tanto, que esta relación, buena pero herida, necesita ser sanada.

¿Cuáles pueden ser las vías para esta curación? Considerar y analizar los problemas inherentes a la relación de los sexos sólo a partir de una situación marcada por el pecado llevaría necesariamente a recaer en los errores anteriormente mencionados. Hace falta romper, pues, esta lógica del pecado y buscar una salida, que permita eliminarla del corazón del hombre pecador. Una orientación clara en tal sentido se nos ofrece con la promesa divina de un Salvador, en la que están involucradas la «mujer» y su «estirpe» (cf Gn 3,15), promesa que, antes de realizarse, tendrá una larga preparación histórica.

9. Una primera victoria sobre el mal está representada por la historia de Noé, hombre justo que, conducido por Dios, se salva del diluvio con su familia y las distintas especies de animales (cf Gn 6-9). Pero la esperanza de salvación se confirma, sobre todo, en la elección divina de Abraham y su descendencia (cf Gn 12,1ss). Dios empieza así a desvelar su rostro para que, por medio del pueblo elegido, la humanidad aprenda el camino de la semejanza divina, es decir de la santidad, y por lo tanto del cambio del corazón. Entre los muchos modos con que Dios se revela a su pueblo (cf Hb 1,1), según una larga y paciente pedagogía, se encuentra también la repetida referencia al tema de la alianza entre el hombre y la mujer. Se trata de algo paradójico si se considera el drama recordado por el Génesis y su reiteración concreta en tiempos de los profetas, así como la mezcla entre sacralidad y sexualidad, presente en las religiones que circundaban a Israel. Y sin embargo, este simbolismo parece indispensable para comprender el modo en que Dios ama a su pueblo: Dios se hace conocer como el Esposo que ama a Israel, su Esposa.

Si en esta relación Dios es descrito como «Dios celoso» (cf Ex 20,5; Na 1,2) e Israel denunciado como esposa «adúltera» o «prostituta» (cf Os 2,4-15; Ez16,15-34), el motivo es que la esperanza que se fortalece por la palabra de los profetas consiste precisamente en ver cómo Jerusalén se convierte en la esposa perfecta: «Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios» (Is62,5). Recreada «en justicia y en derecho, en amor y en compasión» (Os 2,21), aquella que se alejó para buscar la vida y la felicidad en los dioses falsos retornará, y a Aquel que le hablará a su corazón, «ella responderá allí como en los días de su juventud» (Os 2,17), y le oirá decir: «tu esposo es tu Hacedor» (Is54,5). En sustancia es el mismo dato que se afirma cuando, paralelamente al misterio de la obra que Dios realiza por la figura masculina del Siervo, el libro de Isaías evoca la figura femenina de Sión, adornada con una trascendencia y una santidad que prefiguran el don de la salvación destinada a Israel.

El Cantar de los cantares representa sin duda un momento privilegiado en el empleo de esta modalidad de revelación. Con palabras de un amor profundamente humano, que celebra la belleza de los cuerpos y la felicidad de la búsqueda recíproca, se expresa igualmente el amor divino por su pueblo. La Iglesia no se ha engañado pues al reconocer el misterio de su relación con Cristo, en su audacia de unir, mediante las mismas expresiones, aquello que hay de más humano con aquello que hay de más divino.

A lo largo de todo el Antiguo Testamento se configura una historia de salvación, que pone simultáneamente en juego la participación de lo masculino y lo femenino. Los términos esposo y esposa, o también alianza, con los que se caracteriza la dinámica de la salvación, aun teniendo una evidente dimensión metafórica, representan aquí mucho más que simples metáforas. Este vocabulario nupcial toca la naturaleza misma de la relación que Dios establece con su pueblo, aunque tal relación es más amplia de lo que se puede captar en la experiencia nupcial humana. Igualmente, están en juego las mismas condiciones concretas de la redención, en el modo con el que oráculos como los de Isaías asocian papeles masculinos y femeninos en el anuncio y la prefiguración de la obra de la salvación que Dios está a punto de cumplir. Dicha salvación orienta al lector sea hacia la figura masculina del Siervo sufriente que hacia aquella femenina de Sión. Los oráculos de Isaías alternan de hecho esta figura con la del Siervo de Dios, antes de culminar, al final del libro, con la visión misteriosa de Jerusalén, que da a luz un pueblo en un solo día (cf Is 66,7-14), profecía de la gran novedad que Dios está a punto de realizar (cf Is 48,6-8).

10. Todas estas prefiguraciones se cumplen en el Nuevo Testamento. Por una parte María, como la hija elegida de Sión, recapitula y transfigura en su femineidad la condición de Israel/Esposa, a la espera del día de su salvación. Por otra parte, la masculinidad del Hijo permite reconocer cómo Jesús asume en su persona todo lo que el simbolismo del Antiguo Testamento había aplicado al amor de Dios por su pueblo, descrito como el amor de un esposo por su esposa. Las figuras de Jesús y María, su Madre, no sólo aseguran la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, sino que superan aquel. Como dice San Ireneo, con el Señor aparece «toda novedad».13

Este aspecto es puesto en particular evidencia por el Evangelio de Juan. En la escena de las bodas de Caná, por ejemplo, María, a la que su Hijo llama «mujer», pide a Jesús que ofrezca como señal el vino nuevo de las bodas futuras con la humanidad. Estas bodas mesiánicas se realizarán en la cruz, dónde, en presencia nuevamente de su madre, indicada también aquí como «mujer», brotará del corazón abierto del crucificado la sangre/vino de la Nueva Alianza (cf Jn 19,25-27.34).14 No hay pues nada de asombroso si Juan el Bautista, interrogado sobre su identidad, se presenta como «el amigo del novio», que se alegra cuando oye la voz del novio y tiene que eclipsarse a su llegada: «El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,29-30).15

En su actividad apostólica, Pablo desarrolla todo el sentido nupcial de la redención concibiendo la vida cristiana como un misterio nupcial. Escribe a la Iglesia de Corinto por él fundada: «Celoso estoy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo» (2 Cor 11,2).

En la carta a los Efesios la relación esponsal entre Cristo y la Iglesia será retomada y profundizada con amplitud. En la Nueva Alianza la Esposa amada es la Iglesia, y —como enseña el Santo Padre en la Carta a las familias— «esta esposa, de la que habla la carta a los Efesios, se hace presente en cada bautizado y es como una persona que se ofrece a la mirada de su esposo: ‘‘Amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para... presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada'' (Ef 5,25-27)».16

Meditando, por lo tanto, en la unión del hombre y la mujer como es descrita al momento de la creación del mundo (cf Gn 2,24), el apóstol exclama: «Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia» (Ef 5,32). El amor del hombre y la mujer, vivido con la fuerza de la gracia bautismal, se convierte ya en sacramento del amor de Cristo y la Iglesia, testimonio del misterio de fidelidad y unidad del que nace la «nueva Eva», y del que ésta vive en su camino terrenal, en espera de la plenitud de las bodas eternas.

11. Injertados en el misterio pascual y convertidos en signos vivientes del amor de Cristo y la Iglesia, los esposos cristianos son renovados en su corazón y pueden así huir de las relaciones marcadas por la concupiscencia y la tendencia a la sumisión, que la ruptura con Dios, a causa del pecado, había introducido en la pareja primitiva. Para ellos, la bondad del amor, del cual la voluntad humana herida ha conservado la nostalgia, se revela con acentos y posibilidades nuevas. A la luz de esto, Jesús, ante la pregunta sobre el divorcio (cf Mt 19,1-9), recuerda las exigencias de la alianza entre el hombre y la mujer en cuanto queridas por Dios al principio, o bien antes de la aparición del pecado, el cual había justificado los sucesivos acomodos de la ley mosaica. Lejos del ser la imposición de un orden duro e intransigente, esta enseñanza de Jesús sobre el divorcio es efectivamente el anuncio de una «buena noticia»: que la fidelidad es más fuerte que el pecado. Con la fuerza de la resurrección es posible la victoria de la fidelidad sobre las debilidades, sobre las heridas sufridas y sobre los pecados de la pareja. En la gracia de Cristo, que renueva su corazón, el hombre y la mujer se hacen capaces de librarse del pecado y de conocer la alegría del don recíproco.

12. «Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay... ni hombre ni mujer», escribe S. Pablo a los Gálatas (Ga 3,27-28). El Apóstol no declara aquí abolida la distinción hombre-mujer, que en otro lugar afirma pertenecer al proyecto de Dios. Lo que quiere decir es más bien esto: en Cristo, la rivalidad, la enemistad y la violencia, que desfiguraban la relación entre el hombre y la mujer, son superables y superadas. En este sentido, la distinción entre el hombre y la mujer es más que nunca afirmada, y en cuanto tal acompaña a la revelación bíblica hasta el final. Al término de la historia presente, mientras se delinean en el Apocalipsis de Juan «los cielos nuevos» y «la tierra nueva» (Ap 21,1), se presenta en visión una Jerusalén femenina «engalanada como una novia ataviada para su esposo» (Ap 21,20). La revelación misma se concluye con la palabra de la Esposa y del Espíritu, que suplican la llegada del Esposo: «Ven Señor Jesús» (Ap 22,20).

Lo masculino y femenino son así revelados como pertenecientes ontológicamente a la creación, y destinados por tanto a perdurar más allá del tiempo presente, evidentemente en una forma transfigurada. De este modo caracterizan el amor que «no acaba nunca» (1 Cor 13,8), no obstante haya caducado la expresión temporal y terrena de la sexualidad, ordenada a un régimen de vida marcado por la generación y la muerte. El celibato por el Reino quiere ser profecía de esta forma de existencia futura de lo masculino y lo femenino. Para los que viven el celibato, éste adelanta la realidad de una vida, que, no obstante continuar siendo aquella propia del hombre y la mujer, ya no estará sometida a los límites presentes de la relación conyugal (cf Mt 22,30). Para los que viven la vida conyugal, aquel estado se convierte además en referencia y profecía de la perfección que su relación alcanzará en el encuentro cara a cara con Dios.

Distintos desde el principio de la creación y permaneciendo así en la eternidad, el hombre y la mujer, injertados en el misterio pascual de Cristo, ya no advierten, pues, sus diferencias como motivo de discordia que hay que superar con la negación o la nivelación, sino como una posibilidad de colaboración que hay que cultivar con el respeto recíproco de la distinción. A partir de aquí se abren nuevas perspectivas para una comprensión más profunda de la dignidad de la mujer y de su papel en la sociedad humana y en la Iglesia.

III. La actualidad de los valores femeninos
en la vida de la sociedad


13. Entre los valores fundamentales que están vinculados a la vida concreta de la mujer se halla lo que se ha dado en llamar la «capacidad de acogida del otro». No obstante el hecho de que cierto discurso feminista reivindique las exigencias «para sí misma», la mujer conserva la profunda intuición de que lo mejor de su vida está hecho de actividades orientadas al despertar del otro, a su crecimiento y a su protección.

Esta intuición está unida a su capacidad física de dar la vida. Sea o no puesta en acto, esta capacidad es una realidad que estructura profundamente la personalidad femenina. Le permite adquirir muy pronto madurez, sentido de la gravedad de la vida y de las responsabilidades que ésta implica. Desarrolla en ella el sentido y el respeto por lo concreto, que se opone a abstracciones a menudo letales para la existencia de los individuos y la sociedad. En fin, es ella la que, aún en las situaciones más desesperadas —y la historia pasada y presente es testigo de ello— posee una capacidad única de resistir en las adversidades, de hacer la vida todavía posible incluso en situaciones extremas, de conservar un tenaz sentido del futuro y, por último, de recordar con las lágrimas el precio de cada vida humana.

Aunque la maternidad es un elemento clave de la identidad femenina, ello no autoriza en absoluto a considerar a la mujer exclusivamente bajo el aspecto de la procreación biológica. En este sentido, pueden existir graves exageraciones que exaltan la fecundidad biológica en términos vitalistas, y que a menudo van acompañadas de un peligroso desprecio por la mujer. La vocación cristiana a la virginidad —audaz con relación a la tradición veterotestamentaria y a las exigencias de muchas sociedades humanas— tiene al respecto gran importancia.17 Ésta contradice radicalmente toda pretensión de encerrar a las mujeres en un destino que sería sencillamente biológico. Así como la maternidad física le recuerda a la virginidad que no existe vocación cristiana fuera de la donación concreta de sí al otro, igualmente la virginidad le recuerda a la maternidad física su dimensión fundamentalmente espiritual: no es conformándose con dar la vida física como se genera realmente al otro. Eso significa que la maternidad también puede encontrar formas de plena realización allí donde no hay generación física.18

En tal perspectiva se entiende el papel insustituible de la mujer en los diversos aspectos de la vida familiar y social que implican las relaciones humanas y el cuidado del otro. Aquí se manifiesta con claridad lo que el Santo Padre ha llamado el genio de la mujer.19 Ello implica, ante todo, que las mujeres estén activamente presentes, incluso con firmeza, en la familia, «sociedad primordial y, en cierto sentido, ‘‘soberana''»,20 pues es particularmente en ella donde se plasma el rostro de un pueblo y sus miembros adquieren las enseñanzas fundamentales. Ellos aprenden a amar en cuanto son amados gratuitamente, aprenden el respeto a las otras personas en cuanto son respetados, aprenden a conocer el rostro de Dios en cuanto reciben su primera revelación de un padre y una madre llenos de atenciones. Cuando faltan estas experiencias fundamentales, es el conjunto de la sociedad el que sufre violencia y se vuelve, a su vez, generador de múltiples violencias. Esto implica, además, que las mujeres estén presentes en el mundo del trabajo y de la organización social, y que tengan acceso a puestos de responsabilidad que les ofrezcan la posibilidad de inspirar las políticas de las naciones y de promover soluciones innovadoras para los problemas económicos y sociales.

Sin embargo no se puede olvidar que la combinación de las dos actividades —la familia y el trabajo— asume, en el caso de la mujer, características diferentes que en el del hombre. Se plantea por tanto el problema de armonizar la legislación y la organización del trabajo con las exigencias de la misión de la mujer dentro de la familia. El problema no es solo jurídico, económico u organizativo, sino ante todo de mentalidad, cultura y respeto. Se necesita, en efecto, una justa valoración del trabajo desarrollado por la mujer en la familia. En tal modo, las mujeres que libremente lo deseen podrán dedicar la totalidad de su tiempo al trabajo doméstico, sin ser estigmatizadas socialmente y penalizadas económicamente. Por otra parte, las que deseen desarrollar también otros trabajos, podrán hacerlo con horarios adecuados, sin verse obligadas a elegir entre la alternativa de perjudicar su vida familiar o de padecer una situación habitual de tensión, que no facilita ni el equilibrio personal ni la armonía familiar. Como ha escrito Juan Pablo II, «será un honor para la sociedad hacer posible a la madre —sin obstaculizar su libertad, sin discriminación sicológica o práctica, sin dejarle en inferioridad ante sus compañeras— dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos, según las necesidades diferenciadas de la edad».21

14. En todo caso es oportuno recordar que los valores femeninos apenas mencionados son ante todo valores humanos: la condición humana, del hombre y la mujer creados a imagen de Dios, es una e indivisible. Sólo porque las mujeres están más inmediatamente en sintonía con estos valores pueden llamar la atención sobre ellos y ser su signo privilegiado. Pero en última instancia cada ser humano, hombre o mujer, está destinado a ser «para el otro». Así se ve que lo que se llama «femineidad» es más que un simple atributo del sexo femenino. La palabra designa efectivamente la capacidad fundamentalmente humana de vivir para el otro y gracias al otro.

Por lo tanto la promoción de las mujeres dentro de la sociedad tiene que ser comprendida y buscada como una humanización, realizada gracias a los valores redescubiertos por las mujeres. Toda perspectiva que pretenda proponerse como lucha de sexos sólo puede ser una ilusión y un peligro, destinados a acabar en situaciones de segregación y competición entre hombres y mujeres, y a promover un solipsismo, que se nutre de una concepción falsa de la libertad.

Sin prejuzgar los esfuerzos por promover los derechos a los que las mujeres pueden aspirar en la sociedad y en la familia, estas observaciones quieren corregir la perspectiva que considera a los hombres como enemigos que hay que vencer. La relación hombre-mujer no puede pretender encontrar su justa condición en una especie de contraposición desconfiada y a la defensiva. Es necesario que tal relación sea vivida en la paz y felicidad del amor compartido.

En un nivel más concreto, las políticas sociales —educativas, familiares, laborales, de acceso a los servicios, de participación cívica— si bien por una parte tienen que combatir cualquier injusta discriminación sexual, por otra deben saber escuchar las aspiraciones e individuar las necesidades de cada cual. La defensa y promoción de la idéntica dignidad y de los valores personales comunes deben armonizarse con el cuidadoso reconocimiento de la diferencia y la reciprocidad, allí donde eso se requiera para la realización del propio ser masculino o femenino.

IV. La actualidad de los valores femeninos
en la vida de la Iglesia


15. Con respecto a la Iglesia, el signo de la mujer es más que nunca central y fecundo. Ello depende de la identidad misma de la Iglesia, que ésta recibe de Dios y acoge en la fe. Es esta identidad «mística», profunda, esencial, la que se debe tener presente en la reflexión sobre los respectivos papeles del hombre y la mujer en la Iglesia.

Ya desde las primeras generaciones cristianas, la Iglesia se consideró una comunidad generada por Cristo y vinculada a Él por una relación de amor, que encontró en la experiencia nupcial su mejor expresión. Por ello la primera obligación de la Iglesia es permanecer en la presencia de este misterio del amor divino, manifestado en Cristo Jesús, contemplarlo y celebrarlo. En tal sentido, la figura de María constituye la referencia fundamental de la Iglesia. Se podría decir, metafóricamente, que María ofrece a la Iglesia el espejo en el que es invitada a reconocer su propia identidad así como las disposiciones del corazón, las actitudes y los gestos que Dios espera de ella.

La existencia de María es para la Iglesia una invitación a radicar su ser en la escucha y acogida de la Palabra de Dios. Porque la fe no es tanto la búsqueda de Dios por parte del hombre cuanto el reconocimiento de que Dios viene a él, lo visita y le habla. Esta fe, cierta de que «ninguna cosa es imposible para Dios» (cf Gn 18,14; Lc 1,37), vive y se profundiza en la obediencia humilde y amorosa con la que la Iglesia sabe decirle al Padre: «hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). La fe continuamente remite a la persona de Jesús: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5), y lo acompaña en su camino hasta los pies de la cruz. María, en la hora de las tinieblas más profundas, persiste valientemente en la fe, con la única certeza de la confianza en la palabra de Dios.

También de María aprende la Iglesia a conocer la intimidad de Cristo. María, que ha llevado en sus brazos al pequeño niño de Belén, enseña a conocer la infinita humildad de Dios. Ella, que ha acogido el cuerpo martirizado de Jesús depuesto de la cruz, muestra a la Iglesia cómo recoger todas las vidas desfiguradas en este mundo por la violencia y el pecado. La Iglesia aprende de María el sentido de la potencia del amor, tal como Dios la despliega y revela en la vida del Hijo predilecto: «dispersó a los que son soberbios y exaltó a los humildes» (Lc 1,51-52). Y también de María los discípulos de Cristo reciben el sentido y el gusto de la alabanza ante las obras de Dios: «porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso» (Lc 1, 49). Ellos aprenden que están en el mundo para conservar la memoria de estas «maravillas» y velar en la espera del día del Señor.

16. Mirar a María e imitarla no significa, sin embargo, empujar a la Iglesia hacia una actitud pasiva inspirada en una concepción superada de la femineidad. Tampoco significa condenarla a una vulnerabilidad peligrosa, en un mundo en el que lo que cuenta es sobre todo el dominio y el poder. En realidad, el camino de Cristo no es ni el del dominio (cf Fil 2, 6), ni el del poder como lo entiende el mundo (cf Jn18,26). Del Hijo de Dios aprendemos que esta «pasividad» es en realidad el camino del amor, es poder real que derrota toda violencia, es «pasión» que salva al mundo del pecado y de la muerte y recrea la humanidad. Confiando su Madre al apóstol S. Juan, el Crucificado invita a su Iglesia a aprender de María el secreto del amor que triunfa.

Muy lejos de otorgar a la Iglesia una identidad basada en un modelo contingente de femineidad, la referencia a María, con sus disposiciones de escucha, acogida, humildad, fidelidad, alabanza y espera, coloca a la Iglesia en continuidad con la historia espiritual de Israel. Estas actitudes se convierten también, en Jesús y a través de él, en la vocación de cada bautizado.

Prescindiendo de las condiciones, estados de vida, vocaciones diferentes, con o sin responsabilidades públicas, tales actitudes determinan un aspecto esencial de la identidad de la vida cristiana. Aun tratándose de actitudes que tendrían que ser típicas de cada bautizado, de hecho, es característico de la mujer vivirlas con particular intensidad y naturalidad. Así, las mujeres tienen un papel de la mayor importancia en la vida eclesial, interpelando a los bautizados sobre el cultivo de tales disposiciones, y contribuyendo en modo único a manifestar el verdadero rostro de la Iglesia, esposa de Cristo y madre de los creyentes.

En esta perspectiva también se entiende que el hecho de que la ordenación sacerdotal sea exclusivamente reservada a los hombres22 no impide en absoluto a las mujeres el acceso al corazón de la vida cristiana. Ellas están llamadas a ser modelos y testigos insustituibles para todos los cristianos de cómo la Esposa debe corresponder con amor al amor del Esposo.

Conclusión

17. En Jesucristo se han hecho nuevas todas las cosas (cf Ap 21,5). La renovación de la gracia, sin embargo, no es posible sin la conversión del corazón. Mirando a Jesús y confesándolo como Señor, se trata de reconocer el camino del amor vencedor del pecado, que Él propone a sus discípulos.

Así, la relación del hombre con la mujer se transforma, y la triple concupiscencia de la que habla la primera carta de S. Juan (cf 1Jn 2,15-17) cesa su destructiva influencia. Se debe recibir el testimonio de la vida de las mujeres como revelación de valores, sin los cuales la humanidad se cerraría en la autosuficiencia, en los sueños de poder y en el drama de la violencia. También la mujer, por su parte, tiene que dejarse convertir, y reconocer los valores singulares y de gran eficacia de amor por el otro del que su femineidad es portadora. En ambos casos se trata de la conversión de la humanidad a Dios, a fin de que tanto el hombre como la mujer conozcan a Dios como a su «ayuda», como Creador lleno de ternura y como Redentor que «amó tanto al mundo que dio a su Hijo único» (Jn 3,16).

Una tal conversión no puede verificarse sin la humilde oración para recibir de Dios aquella transparencia de mirada que permite reconocer el propio pecado y al mismo tiempo la gracia que lo sana. De modo particular se debe implorar la intercesión de la Virgen María, mujer según el corazón de Dios —«bendita entre las mujeres» (Lc 1,42)—, elegida para revelar a la humanidad, hombres y mujeres, el camino del amor. Solamente así puede emerger en cada hombre y en cada mujer, según su propia gracia, aquella «imagen de Dios», que es la efigie santa con la que están sellados (cf Gn 1,27). Solo así puede ser redescubierto el camino de la paz y del estupor, del que es testigo la tradición bíblica en los versículos del Cantar de los cantares, donde cuerpos y corazones celebran un mismo júbilo.

Ciertamente la Iglesia conoce la fuerza del pecado, que obra en los individuos y en las sociedades, y que a veces llevaría a desesperar de la bondad de la pareja humana. Pero por su fe en Cristo crucificado y resucitado, la Iglesia conoce aún más la fuerza del perdón y del don de sí, a pesar de toda herida e injusticia. La paz y la maravilla que la Iglesia muestra con confianza a los hombres y mujeres de hoy son la misma paz y maravilla del jardín de la resurrección, que ha iluminado nuestro mundo y toda su historia con la revelación de que «Dios es amor» (1Jn 4,8.16).

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida al infrascrito Cardenal Prefecto, ha aprobado la presente Carta, decidida en la Sesión Ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado que sea publicada.

Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 31 de mayo de 2004, Fiesta de la Visitación de la Beata Virgen María.
+ Joseph Card. Ratzinger Prefecto + Angelo Amato, SDB Arzobispo titular de Sila Secretario

1Cf Juan Pablo II,
Exhort. Apost. post sinodal Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981): AAS 74 (1982), 81-191;
Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988): AAS 80 (1988), 1653-1729;
Carta a las familias (2 de febrero de 1994): AAS 86 (1994), 868-925;
Carta a las mujeres (29 de junio de 1995): AAS 87 (1995), 803-812;
Catequesis sobre el amor humano (1979-1984):
Enseñanzas II (1979) - VII (1984); Congregación para la Educación Católica,
Orientaciones educativas sobre el amor humano. Pautas de educación sexual (1 de noviembre de 1983): Ench. Vat. 9, 420-456; Pontificio Consejo para la Familia,
Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia (8 de diciembre de 1995): Ench. Vat. 14, 2008-2077.

2Sobre esta compleja cuestión del género, cf también Pontificio Consejo para la Familia, Familia, matrimonio y «uniones de hecho» (26 de julio de 2000), 8: Suplemento a L'Osservatore Romano (22 de noviembre de 2000), 4.
3Cf Juan Pablo II, Carta Enc. Fides et ratio (14 de septiembre de 1998), 21: AAS 91 (1999), 22: «Esta apertura al misterio, que le viene de la Revelación, ha sido al final para él la fuente de un verdadero conocimiento, que ha consentido a su razón entrar en el ámbito de lo infinito, recibiendo así posibilidades de compresión hasta entonces insospechadas».

4Juan Pablo II, Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 6: AAS 80 (1988), 1662; cf S. Ireneo, Adversus haereses, V, 6, 1; V, 16, 2-3: SC 153, 72-81; 216-221; S. Gregorio de Nisa, De hominis opificio, 16: PG 44, 180; In Canticum homilia, 2: PG 44, 805-808; S. Agustín, Enarratio in Psalmum, 4, 8: CCL 38, 17.

5La palabra hebrea ezer, traducida como ayuda, indica el auxilio que sólo una persona presta a otra persona. El término no tiene ninguna connotación de inferioridad o instrumentalización. De hecho también Dios es, a veces, llamado ezer respecto al hombre (cf Esd 18,4; Sal 9-10,35).

6Juan Pablo II, Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 6: AAS 80 (1988), 1664.

7Juan Pablo II, Catequesis El hombre-persona se hace don en la libertad del amor (16 de enero de 1980), 1: Enseñanzas III, 1 (1980), 148.

8Juan Pablo II, Catequesis La concupiscencia del cuerpo deforma las relaciones hombre-mujer (26 de julio de 1980), 1: Enseñanzas III, 2 (1980), 288.

9Juan Pablo II, Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 7: AAS 80 (1988), 1666.

10Ibid., n.6, l.c., 1663.

11Congregación para la Educación Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano. Lineamientos de educación sexual (1 de noviembre de 1983), 4: Ench. Vat. 9, 423.

12Ibid.

13Adversus haereses, 4, 34, 1: SC 100. 846: «Omnem novitatem attulit semetipsum afferens».

14La Tradición exegética antigua ve en María en el episodio de Caná la «figura Synagogæ» y la «inchoatio Ecclesiæ».

15El cuarto Evangelio profundiza aquí un dato ya presente en los Sinópticos (cf Mt 9,15 y par.). Sobre el tema de Jesús Esposo, cf Juan Pablo II, Carta a las Familias (2 de febrero de 1994), 18: AAS 86 (1994), 906-910.

16Juan Pablo II, Carta a las familias (2 de febrero de 1994), 19: AAS 86 (1994), 911; cf Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 23-25: AAS 80 (1988), 1708-1715.

17Cf Juan Pablo II, Exhort. Apost. post sinodal Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981), 16: AAS 74 (1982), 98-99.

18Ibid., 41, l.c., 132-133; Congregación para la Doctrina de la Fe, Instruc. Donum vitae (22 de febrero de 1987), II, 8: AAS 80 (1988), 96-97.

19Cf Juan Pablo II, Carta a las mujeres (29 de junio de 1995), 9-10: AAS 87 (1995), 809-810.

20Juan Pablo II, Carta a las familias (2 de febrero de 1994), 17: AAS 86 (1994), 906.

21Carta Enc. Laborem exercens (14 de septiembre de 1981), 19: AAS 73 (1981), 627.

22Cf Juan Pablo II, Carta Apost. Ordinatio sacerdotalis (22 de mayo de 1994): AAS 86 (1994), 545-548; Congregación para la Doctrina de la Fe, Respuesta a la duda acerca de la doctrina de la Carta Apostólica «Ordinatio sacerdotalis» (28 de octubre de 1995: A